jueves, 30 de junio de 2016

Desgarros

Me he abierto más veces de corazón que de piernas, ¿o al contrario? Es que ya no recuerdo. Solo se que estoy marchita por dentro, e intacta por fuera.

He abrazado almas extraviadas que buscaban no romperse, he hecho mío dolores ajenos, incluso puse mi corazón a merced del destino y de los vientos: lo dí todo por amor.

¿Para qué? Ahora me encuentro cansada, fumando en un porche, contando los segundos, matando las horas. Todo en soledad. Todo por ser una niña idiota que pensó que el mundo era un lugar seguro. Incrédula fui. Todo por creer que el amor a los demás era ley de vida.

En cambio se que hoy, no hay nada más firme que el amor por uno mismo. Que ya no me queda nada más que no sea mi persona: a veces es suficiente, otras, amargo.

Y creo que no hay nada más ahí fuera, que no hay alguien con la cabeza baja, fumandose un cigarrillo, mientras espera a que le encuentre, contando los segundos, matando las horas. Es irónico, porque describo mi propio reflejo: llevo demasiado tiempo buscándome cuando me tengo aquí mismo. Y no he sabido verlo. Porque siempre creí que esa persona no era yo: era alguien que venía a salvarme de mi propia miseria.

Que pena no haberme dedicado todo el tiempo que perdí con gente vacía y perdida.

Y aún así, sigo teniendo la esperanza de encontrar unos labios que lleven consigo una mano amiga y un corazón que no se atreva a hablar en vano. .

Pero aquí estoy, aquí me tengo, aunque esta noche parece que eso no sea suficiente.

viernes, 24 de junio de 2016

Rota la Vida.

Tengo el alma rota, el corazón roto, los pensamientos rotos, el cuerpo roto.
Rota la vida.
La mente en una pausa inexistente que se repite en bucles, en espirales de palabras que a veces no se unen las unas con las otras: que no tienen sentido, que carecen de nexo logico. Y a la vez tienen tanta razón, tanto peso, que me arrastran, y yo araño las parades, los cristales, el agua, el viento, tu aliento, pero sigo cayendo hacia abajo: hacia las profundidades, la negrura, las tinieblas, las noches que se disipan perdidas en el tiempo. ¿Alguien las encuentra? Yo no. Perdí la cuenta y la pista.
Segundos, minutos, horas,... ¿Qué más dará? Es lo mismo: como un plano donde el tiempo no es más que un mero número que nadie mira, al que nadie le da importancia. Un número que todos detestan, que todos temen.
Y yo solo pienso y pienso, mientras me ahogo, quemo, congelo, muero, vivo. Mientras existo. Mientras pueda seguir respirando la lluvia, el sol, las nubes, el viento, la vida y la muerte.
Y siento que ya no queda nada: la desolación florece, la ausencia vive.
Y en ti, en ti veo el mismo dolor que inunda el iris de mis ojos, las comisuras de mis labios e incluso mis gestos. Y muero, muero una vez más, porque por primera vez siento cuán real puede llegar a ser el dolor, y como se ve una persona envuelta por sus propias tinieblas.
Que desagradable ver tu alma rota, tu corazón roto, tus pensamientos rotos, tu cuerpo roto.
Rota la vida.
Te veo y me veo en tu desconsuelo, en tu tortura, en tus monólogos internos, y me pregunto si tu eres capaz de ver lo mismo en mi, si el mundo es capaz de verlo como yo lo veo. Si es tan fácil como parece esconder el pesar y el daño, o si solo nos engañamos para creernos más fuertes, para creernos bajo control. Para creernos la mentira que contamos al resto y escondernos en nuestra propia rotura. Para alejarnos del mundo.

miércoles, 22 de junio de 2016

Lucha en Silencio

Recuerdo las caricias de seda, los amaneceres de unos pies entrelazados, las risas acompañadas por un café que marcaba el contraste amargo. Y por un instante vuelvo a revivir el momento en el recuerdo, en esa cajita que rompe cadenas espaciotemporales, en ese lugar donde seguimos vivos. Cierro los ojos e incluso puedo sentir el sabor de unos labios ausentes, el tacto de unos cabellos desaparecidos, el olor extraviado, el amor evaporado. Mis respiraciones marcan gritos desolados, gritos que nadie oye, gritos en silencio.

Siempre quise volver a ese lugar, recuerdo sueños de antaño donde junto a ti, el mundo era mio. Nuestro. Y no había miedo, ni negrura, ni guerras y luchas. Solo unas sintonías musicales que envolvían cada lugar que descubriamos. Y cada vez que me quedaba pensativa, unos brazos me rodeaban y unos labios se fundian en los míos hasta que el blanco fuera el único color sembrado delicadamente en mi mente: Que ágil manera tenías de hacerme olvidar, y que talento para colmarme de vida.

Y me vuelves a abrir las puertas, y yo las cierro de un portazo, un portazo que desgarra el alma, que marca el fin. Y me quedo pequeña tras la puerta, agarrandome las piernas como si así pudiera recuperar el aire que se escapa,... Y deslizo mi mano suavemente por la madera, como si pudiera llenar el vacío de mis dedos al no hallar su piel. Y baño sus grietas con una lágrima, cicatrices que me recuerdan al corazón roto que llevo por bandera... Y me preguntas: "¿Sigues ahí? Ábreme, por favor... Te sigo soñando"

El anhelo se derrite buscando inundar un mar donde a la tercera va la vencida, la tragedia convertida en una dulce alternativa. Pero hoy no. Ya no. Ni hoy, ni mañana, ni nunca.

Y tiro la llave, y la casa, y el mundo en el que vives: "Ya no existes para mí"

lunes, 13 de junio de 2016

Fallo Eléctrico y Descarga.

Esto llega a ser incluso estúpido: ¿Por qué sonrío tanto? Me pones enferma. Me pones feliz de una manera muy anormal, muy de cociente intelectual cero. No sé si habréis visto ese capítulo de Los Simpson donde Lisa intenta deshacerse de todos sus hobbies y cosas por miedo a que ello represente su ''Homer'', la cosa que la descarrile de su vida, que nuble el objetivo principal a la cual ella aspira.

En fin, todos tenemos nuestro ''Homer'', y yo odio el mío: estaría mil veces mejor sin él. Sería mil veces más auténtica, más yo, si él andara fuera de un radio de 100.000 kilómetros de mi burbuja vital. Y no seria tan feliz, pero si estaría más tranquila, con un enfoque más Carpe Diem hacia la vida. Porque no es que me hagas daño, ni llenes mi aurora de colores apagados y difusos, simplemente me alteras, y me molesta. No por miedo, ni siquiera por orgullo: porque me conozco. Y sobre todo porque te conozco. Y paso de esa historia: Fuera de aquí, fuera de mí.

No eres para nada a un enigma, ni te pareces a un puzzle que haya que completar: eres un libro con el spoiler en la portada, y la verdad es que el final es bastante soso. Yo me canso de ti y tú no vuelves a llamar, porque somos así, volamos demasiado alto para coexistir con alguien más, porque somos exactamente dos gotas de agua: iguales, brillantes,... pero que van por carriles distintos, y juntarnos sólo hace que caigamos estrepitosamente y de bruces contra el asfalto, fascinando al crío del asiento trasero del coche que juega a las carreras con los llantos del cielo.

De verdad, no sé que pretendes, porque este final lo hemos vivido las miles de veces que hemos querido, y no se cómo no estas cansado ya, al igual que te cansas de esa canción que te vuelve loco al principio. Pero a la centésima vez, ya como que no, ¿No?

miércoles, 8 de junio de 2016

Minuto Cero.

¿Cómo consigue la gente escribir sobre el vacío? Confesad vuestro secreto, porque yo sólo siento eso: vacío. Y en el vacío no hay nada. No hay palabras. No hay melodías... Bueno: hay oscuridad, melancolía, a veces rabia, otras pesadumbre. También parece que en el vacío siempre es de noche: la luz se apaga, se ausenta, tal vez huye.

El vacío sabe amargo, se siente helado, y el tiempo se sumerge en la arriesgada ilusión de la inexistencia. Pero, exactamente, ¿qué hay en el vacío? Está la nada. Y la nada asusta: más que el fuego, más que la tormenta. Más que el destello de un cuchillo en un callejón oscuro. Más que la sonrisa macabra del banquero. Asusta tanto como el resplandor de tus ojos cuando miran al cielo y se preguntan un continuo por qué en un diálogo que sólo conduce allí: a la nada. El pez que se muerde la cola.

Pensaba que esto era el fin, y sólo es el principio. Una broma tántrica de la vida, una ilusión fúnebre que empaña el sol: cada día, a cada hora.

Y aún sigo sin entender qué coño es el vacío. El vacío real. El abstracto. El que sientes, el que dejas de sentir. El que te acuna por las noches. El que se despide de ti pero nunca se va, pero que nunca vuelve: porque siempre está.

''Fuera de aquí'', grito. Pero nadie lo escucha, aunque todos lo oyen: porque están en el vacío, pero en el vacío no hay nada, no hay respuestas, y tampoco puedes contradecir ni afirmar. Ni respirar. Ni vivir, pero puedes existir.

Y en la nada te quedas quieto: el tiempo pasa y eres incapaz de reaccionar. El Sol sale, y no eres competente para dar un paso que te aleje de las sombras. En la nada eres un completo inútil que piensa y piensa construyendo murallas alrededor de uno mismo. Dando vueltas y más vueltas.

En el vacío puedes existir, pero de forma pasajera: aunque eso signifique siempre. Y sigo sin entender qué coño es el vacío, porque en el vacío no hay respuestas.

domingo, 5 de junio de 2016

El Amor de unos Ojos.

Aquella noche fue una velada muy agradable: Se oía el mecer de las olas y la brisa, que se había vuelto más seca con el paso de las horas, marcaba un compás de vaivenes lentos. Esa armonía era casi musical. Cuando me di cuenta, la luna, en el ágil trascurso de un par de horas, se había posado en lo más alto de una cuna estrellada. Fue en ese instante cuando me atacaron con una pregunta: ¿Cuáles son los momentos más dulces que has vivido? 

En ese mismo instante mi mente cayó presa de recuerdos que tal vez eran demasiado melancólicos, pero entrañables. Recuerdo una mirada, unas manos, un abrazo entrada la noche... seguí deambulando entre mis propios recuerdos hasta que percaté que los ojos de mi acompañante estaban fijos en mi, expectantes.
- No sabría como explicarte en qué consisten mis momentos más dulces, mas bien son instantes - Hice una pausa y bajé la mirada, me avergonzaba contar cómo veo el mundo. - Instantes que te hacen replantearte el sentido o el significado del amor, o esos que te hacen recobrar la fe en ese tipo de sentimientos.
Mi acompañante se quedó unos segundos dubitativo, y de forma inconsciente, se acercó hacia mí y clavo su intensa mirada, llena de matices curiosos, en la mía. Con un gesto, me invitó a romper ese pequeño silencio.
- Te contaré uno, para que me puedas entender: Hace bastante tiempo, mientras tomaba una cerveza con el que en ese momento era mi pareja, pasó algo. Yo estaba distraída, mirando las estrellas que ya se empezaban a dejar ver, y dejé caer mi mirada en sus ojos. Él me estaba mirando, pero no de una forma común, era una mirada extraña: me miraba con ojos de enamorado. En ese momento fui capaz de observar algo intangible, pude ver el amor. Y fue extraño, porque para mí fue como si nunca me hubieran mirado así, como si nunca hubiera conocido el amor. Ese momento me llenó de dicha y felicidad, fue un instante real del que pude aprender más sobre la ternura, el cariño, el respeto... el amor. Fue como si nunca nadie me hubiese querido hasta ese momento. - Paré de hablar en seco, me sentía un poco estúpida hablando sobre una mirada.
- Nunca había escuchado una respuesta así, debo confesar que es la más extraña. Pero en cierto modo te entiendo, mis momentos más dulces también se pueden resumir en un detalle, en una sensación.
-Sí - contesté alegremente - es exactamente eso, una sensación. Justo en ese instante, el amor que sentíamos el uno por el otro era algo que se podía observar, que se podía sentir de forma muy intensa con una simple mirada, y aunque ya no sienta lo mismo por ese chico, se que por un tiempo, fue real, fue auténtico. Por eso guardo buenos recuerdos con esa persona, pero concretamente guardo con dulzura ese recuerdo, que se quedó grabado en mí, fue muy bonito,...

Mi acompañante se levantó sin prisas y me tendió la mano, invitándome a otro de nuestros interminables paseos llenos de diálogos que no cambiaría por nada. Por eso esa velada fue tan agradable: él hablaba sin corte y me incitaba a imitarle, aprendiendo más de mi misma que de él.




sábado, 4 de junio de 2016

El Retiro.

He gritado y nadie me ha oído,  he susurrado y todos lo han escuchado: Poca lógica tiene la vida cuando antagonistas cobran el papel que no les corresponde. Entonces niégame una vez más que gritar no tiene sentido, y más si es a los cuatro vientos, la proclamación de una soledad efímera que toma las riendas de algo sólido y permanente. 

Un lamento salado cobra vida al último rayo de sol, y bajo las manos mientras son observadas por unos ojos que ya no quieren ver... Son unas manos que ya no sienten porque se han dado por vencidas: ya no dibujan sombras en las paredes, ni nombres en el vaho de espejos. No les puedo reprochar nada a esos ojillos, que más quisiera yo. Pero la vida continua, y te susurro al oído un adiós que se siente como un castigo helado al alma, y emprendo una senda sin echar la vista atrás, dejando a mis espaldas montañas desoladas y unos labios que gritan, que gritan y que nadie escucha.

Romper, Reparar, Renacer.

Prefiero ser la montaña rusa que enloquece el juicio: sentir lo máximo de todo lo que se puede llegar a vivir... y qué pasa si hoy soy la más desgraciada y desgarrada del mundo, así lo elegí. Un día pierdo la cordura y al siguiente el retorno, y lloro hasta reír, y río hasta llorar: como el fuego que arde asaltando la calma,  la misma calma que silencia las brasas. Así como soy el bosque arrasado, también soy el bosque de cuento. 

Un día ando por el suelo, luchando por no descomponerme, desgarrando la garganta al respirar, rompiéndome en mil pedazos cual tarro de cristal que se recicla. Abandonada... Pero luego, oh Dios, luego... soy el agua que arrasa en la cascada: poderosa, majestuosa. Soy el pájaro que vuela: libre, ágil. Soy el viento: el que va, el que viene. Y en la luz, en la luz quizás me veas. 
Sí, entre cielo y tierra me encuentro.. y en las sombras, en las sombras quizás también me veas. Y no porque esté inmersas en ellas, sino porque ellas están inundadas, sobresaturadas de mí: Este es el precio que hay que pagar por intentar rozar el cielo con los dedos. Y volvería a pagar ese precio, sin dudarlo.

Prefiero vivir en los extremos: pagando con mil trozos de alma aquello que consigue recomponerla intensamente, sembrando con lágrimas aquello que dará como fruto la chispa que desencadena la luz, una luz tan intensa como el sol del verano, tan poderosa como la furia que envuelve el aire otoñal

Rompí la balanza que equilibraba las alegrías y los lloros, porque no pude vivir con tanto equilibrio. Una mezcla entre tedioso y desgarrador era el sentimiento que envolvía mi cuerpo ante tanto orden, y supe que esa vida no era la mía... Lo siento, no pude seguir viviendo como el resto: una paz resignada. Así que decidí romper: romperme en mil pedazos para llegar al límite.